Extractivismo de datos, una mirada feminista

Post L.A.M

¿Qué es el extractivismo de datos?

¿Qué es el extractivismo de datos?, ¿Cómo se relaciona con el de recursos naturales? Más en vita-activa.org

Cuando escuchamos la palabra extractivismo pensamos en la extracción de los recursos naturales, un modelo económico y político que causa mucho daño al medio ambiente, que necesita grandes cantidades de bienes comunes, como el agua, y que afecta de múltiples formas a las comunidades que viven cerca de donde se realizan las prácticas extractivas, como por ejemplo a través de la violencia sexual y del desplazamiento masivo de comunidades.

Este extractivismo tiene como base al sistema capitalista y establece una división internacional del trabajo que asigna a unos países el rol de importadores de materias primas para ser procesadas y a otros el de exportadores; esta división es beneficiosa para el crecimiento económico de los primeros, pero no toma en cuenta los terribles daños generados en los países de donde se extrae la materia prima (Fundación Rosa Luxemburgo, 2013).

¿Por qué entonces hablar sobre el extractivismo sobre nuestros datos personales? 

Paola Ricaurte menciona en “Descolonizar y despatriarcalizar las tecnologías” (2022) que “el extractivismo en los territorios, aunque en primera instancia hace alusión al despojo de los recursos naturales, en última instancia significa sacar de su lugar, descolocar, privar a las comunidades de las formas de sostenimiento de la vida (organización comunitaria, saberes ancestrales, tecnologías, cosmovisiones, espiritualidades, semillas originarias, prácticas para afianzar el tejido social, formas de construir el sentido de lo común e imaginarios de futuro)”.

Con el paso del tiempo y el desarrollo de las nuevas tecnologías, es fundamental comprender el extractivismo como un proceso asociado con el despojo de los cuerpos-territorios tanto en su sentido material como inmaterial y relacional porque los bienes comunes amenazados no son solamente los que se toman de la tierra (Ricaurte, 2022), sino los que se toman de nosotres y nosotras.

Cuando hablamos del extractivismo de datos entonces nos referimos a un proceso global donde se extraen grandes volúmenes de datos de las personas (datos relacionados a la esfera más íntima de nuestra vida y de nuestra subjetividad) para las ganancias económicas de grandes empresas tecnológicas internacionales a costa de nuestra seguridad y de la libertad para decidir sobre nuestra autonomía en internet .

Además que para almacenar estas grandes cantidades de datos se necesita construir infraestructura necesaria para los mismos y se realiza extracción de recursos naturales junto con el uso de bienes comunes como el agua.

“Bajo el impulso de crear más datos, tecnologías más potentes, más veloces, más capaces, extraen los recursos naturales necesarios para su producción, incrementan el consumo energético y de agua y violentan comunidades que habitan los territorios en los que se encuentran estos recursos” (Ricaurte y Ciacci, 2021. Citado en  “Descolonizar y despatriarcalizar las tecnologías”)

Maximilian Jung afirma en 2023 en el blog “El capitalismo digital es una mina, no una nube”  que las grandes empresas que se apropian, agregan y venden los datos que extraen deciden sobre qué datos “merecen la pena” recopilar, cómo se almacenan, etiquetan y analizan, muchas veces sin consentimiento informado. También dice que si la violencia de la recopilación de datos replica las prácticas del  colonialismo histórico, la masa de datos capturados y comercializados, en particular a través de su procesamiento algorítmico automatizado, profundiza las formas actuales de opresión racial, de género y de clase.

Con el extractivismo de datos, el capitalismo ha invadido nuestra autonomía e intimidad: reduciéndonos a fuentes de información que puede ser extraída. Información que hace parte de nuestra subjetividad, creatividad, expresión en el mundo y forma de resistir.

Qué podemos hacer: el consentimiento

“Los datos como modelo de negocio = el consentimiento como lucha desigual de poder”
(Peña y Varon, 2019)

EnEl consentimiento de nuestros cuerpos de datos lecciones de las teorías feministas para hacer cumplir la protección de datos” (traducción propia) escrito por Paz Peña y Joana Varon se explica que nosotras, como consumidoras de servicios de muy pocas empresas que tienen el monopolio de las herramientas de comunicación y las redes sociales, se nos priva del “no” cuando nos enfrentamos a los términos y condiciones de dichas plataformas. 

Nos vemos obligadas a tomar una opción binaria demasiado simplificada entre estar de acuerdo o en desacuerdo, mientras que lo último significa la exclusión digital, porque no podremos acceder a estas herramientas o plataformas. 

Las autoras apuntan que este tipo de consentimiento se trata de una mirada individual basada en el “supuesto de que todas las personas somos autónomas, libres y racionales con capacidad de consentir, sin tener en cuenta las dinámicas de poder desiguales”. Es decir que el consentimiento debe tener una mirada interseccional y accesible que tome en cuenta las distintas formas de desigualdad que impactan en nuestra vida en todas sus formas, también en el ámbito digital.

En el texto se plantea una mirada feminista de la comprensión del consentimiento significativo que podemos aplicar a la captación de datos personales. Según esta mirada, el consentimiento debe ser: 
a) Libre, incluyendo la posibilidad del “no” o del “solo sobre algunos elementos”
b) Claro, es decir que puede ser comprendido o entendido, 
c) Informado, plenamente consciente de los usos e implicaciones que este tiene. 
d) Actual, puede retirarse y modificarse en cualquier momento.
e) Específica para una situación determinada y por tanto un cambio en la situación o en las políticas de uso, así como sobre cualquiera de los elementos centrales de la relación con la plataforma, requerirá actualizar/validar nuevamente el consentimiento.
d) Retractable.

Joana Varon y Paz Peña concluyen que si estamos dispuestas a darle sentido al consentimiento para la recopilación y el procesamiento de datos, al menos necesitaríamos pensar y diseñar tecnologías que permitan una expresión material de todas las características del consentimiento que mencionan los debates feministas. Lo que es más importante, necesitaríamos considerar que no existen normas universales si hay diferentes condiciones de poder frente a quienes dar consentimiento. 

¿Qué tal si empezamos por revisar a qué estamos diciendo que “sí” respecto de nuestra cuerpa digital?

Referencias: